jueves, 28 de abril de 2011

Explorando el terreno

Cuando era pequeña solía ir con mi madre todas las tardes a explorar la montaña donde vivimos. Ahora es una urbanización llena de casas, pero entonces era un bosque de pinos y musgo que a mi me parecía inmenso.

Mi padre solia decir que por allí había madrigueras de conejos y jabalíes, ambas cosas terroríficas, y a mi me daba miedo corretear lejos de mi madre.

Con el tiempo aprendí que las madrigueras no eran peligrosas y que los jabalíes estaban lejos, y poco a poco iba descubirendo sola los rincones y paisajes mas bonitos del bosque.

Así me gané mi primera insignia de Exploradora. Era de tela y plástico cosido, la había hecho mi abuela porque en su día mi madre también se había merecido una insignia, y ahora ella me la la había dado a mi.

Y desde entonces no he dejado de explorar. Aunque ahora exploro otras cosas, como por ejemplo los comportamientos de las personas.

El pasado jueves, con brújula y cantimplora en mano, me preparaba para una nueva exploración. La actividad en sí necesitaba de mis habilidades exploratorias actuales, pero también tuve que echar mano de las que había desarrollado en mis días de montañera.

El objetivo de esta expedición era explorar sujetos.

Un grupo de alumnos de último curso de INEF subía al monte EcceHomo en una práctica de orientación de la asignatura de David Balades. Nosotros les acompañábamos para analizar sus comportamientos en las situaciones que se desencadenaran.

De mi grupo de clase iba yo sola, pero me acompañaba un “topo” que me ayudó a sacar y descifrar mucha información.

Cuando llegamos al punto de encuentro, en seguida nos colocamos en un grupo, porque también nosotros pusimos en marcha nuestras habilidades sociales, si no más al menos igual que ellos.

Arturo, el “topo”, se fue con un grupo de 5 chicos. Para comprobar que los comportamientos no estaban mediatizados por el conocimiento de que teníamos que hablar de ello para un trabajo, Arturo les dijo que él no tenía ni que valorar ni que contar nada. Aún así el mismo profesor les había contado que luego tenían que venir a nuestra facultad, por lo tanto algo se imaginaban.

Casi descubren que Arturo no era psicopedagogo, pues uno de los de su grupo había empezado los estudios y le preguntaba acerca de los profesores, a lo que Arturo contestaba inventándose  las respuestas para hacerlas lo mas creíble posible. Si hubiéramos tenido el plan de intervención diseñado desde antes, hubiera sido mejor decir que era de otra carrera… pero fue divertido hacer que no le descubrieran.

Subió al monte con un grupo y bajó con otro, y en los dos le pareció que la gente estaba muy unida, a excepción del delegado de clase, que le vacilaban, pero "de buen rollo en general". Sus grupos se tomaban la actividad muy en serio, pues querían llegar pronto arriba y hacerlo bien. Subieron rápido y Arturo tuvo que acoplarse a su ritmo, pero no tuvo problemas para hacerlo. Esto, sumado a lo simpático que es Arturillo, hizo que hubiera buena química entre ellos.

Entre los miembros de su grupo se notaba que había mucha confidencia, pues se conocían desde hacía 5 años. Son jóvenes, activos, deportistas, abiertos y con ganas de hacer cosas. Hablaron de chicas, de la universidad, de lo que harían al año que viene al terminar la carrera, de la importancia de hacer la encuesta docente (gracias por la colaboración), le explicaban las plantas y piedras del entorno, cogieron yeso, se hicieron fotos… Fueron, según Arturo, muy buenos anfitriones y muy buenos compañeros de equipo.

Yo, cuando llegué, me fui con el grupo que estaba sentado fuera en la sombra. Eran 3  chicas y un chico. Enseguida me acogieron y una de las chicas se puso a explicarme cómo funcionaba la brújula y me hizo señalar los puntos cardinales en un mapa. Como vio que lo entendía se puso muy contenta, pero es que me lo explicó perfectamente y con toda la paciencia del mundo. Me dijeron que tenían 3 rutas preparadas, puesto que no sabían si les iba a acompañar una persona que no estuviera en forma. Yo les dije que no era deportista y me respondieron que no me preocupara porque hacíamos una ruta más corta. Pero el resto de los grupos sí subían hasta la cima del EcceHomo, y se notaba que ellos estaban un poco decepcionados. En un arranque de optimismo les dije que si preferían subir al monte yo subía también. Esto les puso todavía más contentos, y sin dejar tiempo para que me arrepintiera nos pusimos en marcha.

Me iban explicando los elementos del paisaje, la historia de las ruinas árabes y cosas muy interesantes, como la historia del nombre de Alcalá. Íbamos haciendo fotos a las plantas y recogiendo basura del camino.

Tenían que seguir una ruta determinada, que empezaba por un sendero amplio y subía por el barranco. Yo intentaba seguirles el ritmo, y al principio iba bien, hasta que en mitad del camino tuve que parar. Entre el sol, la cuesta y que me llevaban bastante deprisa no pude seguir, y me buscaron un sitio para descansar un poco. Aunque nos separábamos del otro grupo que venía cerca de nosotros y nos quedábamos los últimos, no les importó. Y verdaderamente se notaba que estaban preocupados. Por el WalkiTalki Balades les preguntaba, y ellos seguían sus instrucciones: me dieron agua, caramelos y chocolate, y se esperaron conmigo hasta que pude seguir. En ningún momento dijeron “nos volvemos”, sino que me animaban a seguir adelante, en parte porque no me podía rendir a pocos metros de la cima y en parte porque ellos deseaban llegar a toda costa.

Una vez arriba todos se alegraron de que hubiera llegado y, después de descansar, ya estabámos listos otra vez para descender. Balades sugirió que me cambiara de grupo para conocer al resto, pero después de que mi grupo me había salvado la vida no podía abandonarles y seguir sin ellos.

En la bajada quería esconderme a ver qué hacían, pero no me dejaron sola ni un momento. De hecho, una de las veces que les dije que me estaba mareando, pararon y me dejaron beberme todo el agua que les quedaba. Se portaron genial conmigo.

Hablábamos de los viajes que habíamos hecho, de los compañeros de su clase, de los grupitos, de las oposiciones porque todos eran maestros, de psicología, de nutrición y salud, de Baladés y de Alejandro, me preguntaban si les estaba psicoanalizando y tenían mucha curiosidad por saber por qué estábamos nosotros allí.

Nos caímos tan bien que nos dimos los teléfonos y quedamos para irnos de fiesta. Tanto es así que después de ducharnos y comer estuvimos juntos en Ambientalejos, y me presentaron al resto del grupo de compañeros que no había subido al monte ese día, todos muy intrigados con lo que íbamos a hacer con ellos el día que vinieran.


Da gusto explorar a personas así, alegres y con energía. En los dos contextos, en la marcha con su profesor y en la fiesta, eran personas divertidas. Las situaciones a las que se enfrentaron no fueron situaciones críticas (más en mi caso y menos en el de Arturo, que se acopló perfectamente a ellos poniendo en marcha todas sus habilidades sociales) pero podemos hacernos una idea aproximada de cómo reaccionarían ante, por ejemplo, un conflicto. Las personas de mi grupo parecían tranquilas y dialogantes, inteligentes y capaces de resolver los problemas interpersonales.

En esta actividad nos hemos tenido que poner a prueba, no solo por el aguante físico, sino por la interacción con personas nuevas con las que más adelante tendremos que trabajar.

Aunque no tengamos una lista de las necesidades que pueden presentar en cuanto a habilidades sociales, el día que llevemos a cabo con ellos el programa ya los conocemos un poquito mejor.

Esta primera exploración nos ha servido para saber con qué nos vamos a encontrar cuando vengan a la sesión del día 20: chicos y chicas en torno a los 25 años con intereses e inquietudes muy parecidas a las nuestras.

Haremos que ellos mismos se hagan conscientes de sus propias necesidades, sin dar por hecho lo que les falta o lo que les sobra, invitándoles a reflexionar y a sacar conclusiones sobre sí mismos. Esto es lo se llevarán a casa, mejor que cualquier listado, teoría o definición de habilidad social.

Terreno explorado, y disfrutado.

Fin de la expedición.