jueves, 28 de abril de 2011

Explorando el terreno

Cuando era pequeña solía ir con mi madre todas las tardes a explorar la montaña donde vivimos. Ahora es una urbanización llena de casas, pero entonces era un bosque de pinos y musgo que a mi me parecía inmenso.

Mi padre solia decir que por allí había madrigueras de conejos y jabalíes, ambas cosas terroríficas, y a mi me daba miedo corretear lejos de mi madre.

Con el tiempo aprendí que las madrigueras no eran peligrosas y que los jabalíes estaban lejos, y poco a poco iba descubirendo sola los rincones y paisajes mas bonitos del bosque.

Así me gané mi primera insignia de Exploradora. Era de tela y plástico cosido, la había hecho mi abuela porque en su día mi madre también se había merecido una insignia, y ahora ella me la la había dado a mi.

Y desde entonces no he dejado de explorar. Aunque ahora exploro otras cosas, como por ejemplo los comportamientos de las personas.

El pasado jueves, con brújula y cantimplora en mano, me preparaba para una nueva exploración. La actividad en sí necesitaba de mis habilidades exploratorias actuales, pero también tuve que echar mano de las que había desarrollado en mis días de montañera.

El objetivo de esta expedición era explorar sujetos.

Un grupo de alumnos de último curso de INEF subía al monte EcceHomo en una práctica de orientación de la asignatura de David Balades. Nosotros les acompañábamos para analizar sus comportamientos en las situaciones que se desencadenaran.

De mi grupo de clase iba yo sola, pero me acompañaba un “topo” que me ayudó a sacar y descifrar mucha información.

Cuando llegamos al punto de encuentro, en seguida nos colocamos en un grupo, porque también nosotros pusimos en marcha nuestras habilidades sociales, si no más al menos igual que ellos.

Arturo, el “topo”, se fue con un grupo de 5 chicos. Para comprobar que los comportamientos no estaban mediatizados por el conocimiento de que teníamos que hablar de ello para un trabajo, Arturo les dijo que él no tenía ni que valorar ni que contar nada. Aún así el mismo profesor les había contado que luego tenían que venir a nuestra facultad, por lo tanto algo se imaginaban.

Casi descubren que Arturo no era psicopedagogo, pues uno de los de su grupo había empezado los estudios y le preguntaba acerca de los profesores, a lo que Arturo contestaba inventándose  las respuestas para hacerlas lo mas creíble posible. Si hubiéramos tenido el plan de intervención diseñado desde antes, hubiera sido mejor decir que era de otra carrera… pero fue divertido hacer que no le descubrieran.

Subió al monte con un grupo y bajó con otro, y en los dos le pareció que la gente estaba muy unida, a excepción del delegado de clase, que le vacilaban, pero "de buen rollo en general". Sus grupos se tomaban la actividad muy en serio, pues querían llegar pronto arriba y hacerlo bien. Subieron rápido y Arturo tuvo que acoplarse a su ritmo, pero no tuvo problemas para hacerlo. Esto, sumado a lo simpático que es Arturillo, hizo que hubiera buena química entre ellos.

Entre los miembros de su grupo se notaba que había mucha confidencia, pues se conocían desde hacía 5 años. Son jóvenes, activos, deportistas, abiertos y con ganas de hacer cosas. Hablaron de chicas, de la universidad, de lo que harían al año que viene al terminar la carrera, de la importancia de hacer la encuesta docente (gracias por la colaboración), le explicaban las plantas y piedras del entorno, cogieron yeso, se hicieron fotos… Fueron, según Arturo, muy buenos anfitriones y muy buenos compañeros de equipo.

Yo, cuando llegué, me fui con el grupo que estaba sentado fuera en la sombra. Eran 3  chicas y un chico. Enseguida me acogieron y una de las chicas se puso a explicarme cómo funcionaba la brújula y me hizo señalar los puntos cardinales en un mapa. Como vio que lo entendía se puso muy contenta, pero es que me lo explicó perfectamente y con toda la paciencia del mundo. Me dijeron que tenían 3 rutas preparadas, puesto que no sabían si les iba a acompañar una persona que no estuviera en forma. Yo les dije que no era deportista y me respondieron que no me preocupara porque hacíamos una ruta más corta. Pero el resto de los grupos sí subían hasta la cima del EcceHomo, y se notaba que ellos estaban un poco decepcionados. En un arranque de optimismo les dije que si preferían subir al monte yo subía también. Esto les puso todavía más contentos, y sin dejar tiempo para que me arrepintiera nos pusimos en marcha.

Me iban explicando los elementos del paisaje, la historia de las ruinas árabes y cosas muy interesantes, como la historia del nombre de Alcalá. Íbamos haciendo fotos a las plantas y recogiendo basura del camino.

Tenían que seguir una ruta determinada, que empezaba por un sendero amplio y subía por el barranco. Yo intentaba seguirles el ritmo, y al principio iba bien, hasta que en mitad del camino tuve que parar. Entre el sol, la cuesta y que me llevaban bastante deprisa no pude seguir, y me buscaron un sitio para descansar un poco. Aunque nos separábamos del otro grupo que venía cerca de nosotros y nos quedábamos los últimos, no les importó. Y verdaderamente se notaba que estaban preocupados. Por el WalkiTalki Balades les preguntaba, y ellos seguían sus instrucciones: me dieron agua, caramelos y chocolate, y se esperaron conmigo hasta que pude seguir. En ningún momento dijeron “nos volvemos”, sino que me animaban a seguir adelante, en parte porque no me podía rendir a pocos metros de la cima y en parte porque ellos deseaban llegar a toda costa.

Una vez arriba todos se alegraron de que hubiera llegado y, después de descansar, ya estabámos listos otra vez para descender. Balades sugirió que me cambiara de grupo para conocer al resto, pero después de que mi grupo me había salvado la vida no podía abandonarles y seguir sin ellos.

En la bajada quería esconderme a ver qué hacían, pero no me dejaron sola ni un momento. De hecho, una de las veces que les dije que me estaba mareando, pararon y me dejaron beberme todo el agua que les quedaba. Se portaron genial conmigo.

Hablábamos de los viajes que habíamos hecho, de los compañeros de su clase, de los grupitos, de las oposiciones porque todos eran maestros, de psicología, de nutrición y salud, de Baladés y de Alejandro, me preguntaban si les estaba psicoanalizando y tenían mucha curiosidad por saber por qué estábamos nosotros allí.

Nos caímos tan bien que nos dimos los teléfonos y quedamos para irnos de fiesta. Tanto es así que después de ducharnos y comer estuvimos juntos en Ambientalejos, y me presentaron al resto del grupo de compañeros que no había subido al monte ese día, todos muy intrigados con lo que íbamos a hacer con ellos el día que vinieran.


Da gusto explorar a personas así, alegres y con energía. En los dos contextos, en la marcha con su profesor y en la fiesta, eran personas divertidas. Las situaciones a las que se enfrentaron no fueron situaciones críticas (más en mi caso y menos en el de Arturo, que se acopló perfectamente a ellos poniendo en marcha todas sus habilidades sociales) pero podemos hacernos una idea aproximada de cómo reaccionarían ante, por ejemplo, un conflicto. Las personas de mi grupo parecían tranquilas y dialogantes, inteligentes y capaces de resolver los problemas interpersonales.

En esta actividad nos hemos tenido que poner a prueba, no solo por el aguante físico, sino por la interacción con personas nuevas con las que más adelante tendremos que trabajar.

Aunque no tengamos una lista de las necesidades que pueden presentar en cuanto a habilidades sociales, el día que llevemos a cabo con ellos el programa ya los conocemos un poquito mejor.

Esta primera exploración nos ha servido para saber con qué nos vamos a encontrar cuando vengan a la sesión del día 20: chicos y chicas en torno a los 25 años con intereses e inquietudes muy parecidas a las nuestras.

Haremos que ellos mismos se hagan conscientes de sus propias necesidades, sin dar por hecho lo que les falta o lo que les sobra, invitándoles a reflexionar y a sacar conclusiones sobre sí mismos. Esto es lo se llevarán a casa, mejor que cualquier listado, teoría o definición de habilidad social.

Terreno explorado, y disfrutado.

Fin de la expedición.

sábado, 26 de marzo de 2011

La práctica

Revisión de los ejercicios.

Ejercicio 1. Asumir perspectiva y contar el conflicto.
Parte A: contar el conflicto a otra persona que adopta el papel de la persona con la que te confrontas.
En este ejercicio me hice más consciente de cómo veía lo que ocurrió.

Parte B: adoptar el papel de la persona con la que mi compañero tiene el conflicto.
Adoptar la perspectiva de alguien a quien apenas conocía era difícil. Mi compañero guiaba la conversación cuando caíamos en un bucle.

Ejercicio 2: perspectivas.
Usar el espacio metafóricamente para movernos por las perspectivas de las dos posturas me ayudó a darme cuenta de que los sentimientos no son los mismos para los implicados en el conflicto.  

Fue sorprendente comprobar (gracias a Juanjo y David por ser mis facilitadores) que incluso mi lenguaje corporal cambiaba cuando me movía por el espacio, cuando me situaba en la otra perspectiva.

Lo de construir conscientemente contextos tiene más sentido ahora. Si hubiera sido capaz de obtener la información necesaria para entender y comprender la situación (se disuelva o no el conflicto) habría podido generar un contexto encauzando la conversación para que me hiciera caso. 

Mientras hacía el ejercicio no cambiaba de perspectiva por turnos, sino que según iba verbalizando el conflicto me daba cuenta desde dónde estaba atendiendo, lo que me ayudó a entender lo que podría haber cambiando la situación desde otro punto de vista. Y, con esa información, cambiar la situación, modificando así el contexto.

La diferencia con el ejercicio anterior es que he podido "desracionalizar" el conflicto y he sido más consciente de mi manera de proceder como participante de la situación.

Ejercicio 3: la línea del tiempo.
  1. Preparación: pasar por la experiencia y estabilizarla.
Situándote un poco antes del momento del conflicto empiezas a moverte por la línea tomando contacto con la experiencia, cerrando los ojos y recuperando las sensaciones de aquel momento.
  1. Información de ti mismo: lo que era importante, lo que me gustaba, los que sentía, lo que pensaba…
Desde aquí puedes conocerte y entenderte mejor, ser más consciente de ti mismo.
  1. Información de la otra perspectiva: desde ti mismo (como no puede ser de otra manera) se pasa por la experiencia priorizando al otro.
Priorizar al otro significa centrarte en cómo estaba, cómo hablaba, cómo actuaba, etc. y así llegar a entender mejor la situación y su transcurso.
  1. Pasar atendiendo al contexto: qué tipo de situación es para ti, para el otro, cómo ha ido cambiando, cuándo fue, qué elemento externo puede estar influyendo…
Te ayuda a aclarar cómo, cuando, por qué y qué influyó en el contexto para que se produjera la situación. Y también te ayuda a ver que el contexto de la otra persona puede ser diferente. Parece un tópico pero te das cuenta de que hay cosas que se dan por hecho y de que no la misma cosa o el mismo hecho tienen el mismo significado para los dos.

Comparando los tres ejercicios, con cada uno hemos ido profundizando hacia nuestro interior. Explico: primero contabas el conflicto a un compañero, interactuando con él como en un diálogo, luego el compañero te facilitaba el acceso a la información con preguntas y comentarios, pero ya no había una conversación. Ya no era hablar del conflicto, era recordarte a ti mismo, al contexto y al otro, experimentando las sensaciones de aquel momento. Y en el último, el compañero solo te acompañaba en tu reflexión, siendo tú solo el que explorabas la situación. Ha sido cada vez un ejercicio más íntimo y personal, pasando de hacer comentarios a hacer metacomentarios, descubriendo cosas de ti mismo, gestos a los que no les habías dado importancia y sensaciones que habías tenido inconscientemente, y de los cuales tomas conciencia.

Conclusiones:
Cuando conozcamos y entendamos la situación sabremos cómo poder UTILIZAR situaciones que emergen para realizar nuestros propósitos. Explorando y comparando tenemos que recoger información y usarla para generar un nuevo contexto que podamos controlar.

Pero la obtención de esa información requiere atender a muchas cosas. ¿Y por dónde empiezas? ¿De dónde obtienes la información? ¿Qué analizas? Porque muchas cosas están interviniendo: sus expectativas, su lenguaje (verbal y no verbal), su actitud, sus circunstancias, su punto de vista, su forma de entender las cosas,… y lo mismo con lo tuyo propio también influye.

Mi problema es que, al no tener un objetivo concreto, si no sé lo que busco, ¿cómo voy a saber qué información tengo que sacar de mi mente inconsciente? ¿Emergerá sola practicando estos ejercicios de exploración? ¿Surgirá de un profundo análisis de lo que haya de igual o de diferente en cada pasada? ¿Llegaré a ser consciente de lo que en su momento fue inconsciente? Y en caso de ser así ¿seré capaz de usar toda esa información obtenida para cambiar la situación a mi favor? ¿Y para trasladarla a otras experiencias?

En el ejercicio no pude explorar todo lo que potencialmente proporciona información (o quizá sí inconscientemente y no lo hice consciente). Pasaba por la línea y tenía que centrarme en algo: en los sentimientos, en las intenciones, en las influencias del contexto… tendría que pasar muchas veces para obtener toda la información. Por eso digo que teniendo un objetivo me resultaría más fácil. Pero, efectivamente, crearía un sesgo grave en la recogida de información al atender sólo a un aspecto.

De todas formas me di cuenta de cosas que no me había parado a pensar, de sensaciones que me afectaban, de que me paraba más en unas secuencias que en otras, de cuándo pasaba más deprisa por la línea, de en qué momento surgían las emociones y de cómo variaban según caminaba por la línea.

La verdad es que no sé si he aprendido de la situación todo lo que ésta me enseñaba, pero he sacado información relevante que podría servirme. Por ejemplo, que mis palabras cuando hay desacuerdo se interpretan como un ataque por la intensidad y el ímpetu (causado por una sensación de rabia, enfado, impotencia, injusticia, hartadura, indignación…no sabría explicarlo, pero lo sentía en la línea) y en seguida, sin querer, cierro el espacio de comunicación con llave y cerrojo.

Para finalizar una última reflexión. Supongo que conseguir generar un contexto y usarlo a favor de tus propósitos será algo muy gratificante y útil. En mi pareja, por ejemplo, sería maravilloso porque no discutiríamos nunca. Pero ¿no es agotador tener que analizar la forma en que habla cada persona con la que interactuamos, la manera en la que tenemos que hablar con quien queremos conectar, lo que tienes que hacer para cambiar el contexto a tu favor, desde dónde tienes que actuar, cómo debes hacerlo, comprender los significados desde su perspectiva, elegir bien tus palabras para que no destruir la comunicación, controlar tus emociones y anticipar las suyas…? Y es que nadie dijo que generar contextos conscientemente fuera fácil. Yo empecé a practicar con mi novio, incluso le pasé varios test para comprobar cuál era su estilo de comunicación y saber cómo tenía que dirigirme a él para crear compenetración y guiar la situación, pero me cansaba tener que ser yo siempre quien midiese y controlase sus palabras y gestos todo el rato para crear un contexto de amor y felicidad. Ahora (y para dinamizar el blog un poco) decidme, si te agota tener que hacer esto cada vez que hay un conflicto, ¿qué significado tiene? ¿Deberías plantearte algo? ¿Es significativo respecto a la relación?

La teoría

—Algunas palabras tienen su genio [...] sin embargo, ¡yo me las arreglo para tenérselas tiesas a todas ellas! ¡Impenetrabilidad! Eso es lo que yo siempre digo.
—¿Querría decirme, por favor —rogó Alicia— qué es lo que quiere decir eso?
—Ahora sí que estás hablando como una niña sensata —aprobó Humpty Dumpty, muy orondo. —Por «impenetrabilidad» quiero decir que ya basta de hablar de este tema y que más te valdría que me dijeras de una vez qué es lo que vas a hacer ahora pues supongo que no vas a estar ahí parada para el resto de tu vida.
—¡Pues no es poco significado para una sola palabra! —comentó pensativamente Alicia.
L. Carroll, "Alicia detrás del espejo".


¿Qué es un marcador de contexto?
Ya en 1981 P. Watzlawick, teórico de la comunicación humana, destacaba la importancia del contexto para entender cualquier conducta humana: “un fenómeno  permanece inexplicable en tanto el margen de observación no es suficientemente  amplio como para incluir el contexto en que dicho fenómeno tiene lugar”. También el antropólogo Bateson introducía el concepto de “marcador de contexto”, para  referirse a todo ese conjunto de señales (claves) que permiten diferenciar los contextos y  responder de diferente forma ante los mismos estímulos en diferentes situaciones.

¿Reaccionamos a los contextos?
Constantemente. Tenemos un papel activo a la hora de dar sentido y de interpretar una situación, no somos pasivos ante el contexto. Y no sólo reaccionamos a contextos amplios (cultura, ambiente, familia, etc.), sino a contextos concretos. Además no sólo reaccionamos al contexto en el momento, sino que tendemos, para nuestra seguridad, a anticiparlos. Además tenemos nuestras expectativas, nuestra experiencia acumulada, nuestras reglas conformadas…. Así que estamos reaccionando incluso antes de estar en ellos (reaccionando a nuestra idea de contexto).



Los animales que sobreviven son los que "mejor se adaptan al medio", y es lo que hacemos las personas, reaccionar ante el contexto para adaptarnos, biológica y socialmente. Adaptarse a un contexto depende de la facilidad que cada uno tenga para detectar contextos y conozca las implicaciones de su actuación en él.

¿Construimos conscientemente contextos?
Hay que despertar y construir conscientemente contextos útiles para generar aprendizajes a diferentes niveles, porque al construir un contexto construimos también qué opciones podemos generar dentro de él.
Además, esa construcción consciente es desde donde nos situamos para interpretar la realidad, y si no lo hiciéramos, no podríamos crear significados acertados. Y, aun así, cuando lo hacemos, puede que no tengamos la información suficiente y no sepamos que los significados han cambiado.

Si, por ejemplo (mi fuente de inspiración es la foto del blog de Sergio), estamos en china y vemos por la calle escupir a un chino, nos parecerá que es un mal educado, porque hemos interpretado la realidad desde una sola perspectiva (cultura occidental). Si nos situamos en la perspectiva del chino (cultura asiática), escupir no significa ser mal educado. Sabiendo eso, habríamos interpretado al chino de otra manera.

Pero, como decía antes, si somos capaces de generar conscientemente contextos para poder encontrar nuevas posibilidades y alcanzar mejores resultados, ¿podríamos cada día construirnos un contexto familiar y laboral de felicidad, paz y armonía? ¿y podríamos crear ese contexto colectivamente?


¿Supone detectar contextos, construir contextos, una metahabilidad social?
Por ejemplo si al hablar en público piensas que estás en tu casa, donde sí que tienes la habilidad de hablar bien, estarás más relajado.
Podemos pensar que no tenemos la habilidad, pero en realidad puede que solo sea problema de un cambio de contexto.

Detectar contextos permite hacer metacognicion porque ser consciente de las posibilidades de una situación pasa por reorganizar la información de lo que ocurre. Preveer, identificar habilidades para ponerlas en marcha, identificar limitaciones, potencialidades, etc. significa aprender de uno mismo. Y todo ello supone un cambio generativo.


Como dice McWhirter “ser consciente de todas las posibilidades que tengo a mi alcance, de lo que está ocurriendo, es producto de mi manera de organizar la información de lo que ocurre”, es decir, de un cambio de perspectiva que pasa por conocerse a sí mismo.

¿Cómo influye un contexto en tu percepción, tus afectos, tus pensamientos?
El contexto influye en los aspectos que en ese momento son relevantes para cada uno.
Si cambia el contexto tratas de adaptarte a él, tratando de entender la nueva situación o de detectar de qué situación se trata, influyendo así constantemente en lo que dices, cómo lo dices, etc. para adecuarte a ella. Y hacemos ésto para estar en consonancia a las circunstancias del contexto y no sentirte un "extraño". 


Es el ejemplo de la fiesta de disfraces: si todo el mundo va disfrazado y tú no te sientes mal, pero si sucede al contrario el ridículo que haces influye no solo en tus pensamientos, sino en toda tu reputación. ¿Será por esto por lo que tendemos a juntarnos con aquellos que más se nos parecen? ¿Lo de "Dios los crea y ellos se juntan"?

¿Qué influencia tienen aspectos tales como las expectativas, las razones, los propósitos con el contexto?
Tiene gran influencia, pues cada uno construye una interpretación del contexto y de la situación en la que está participando que no es solamente social, sino subjetiva y personal. La experiencia acumulada de cada uno es lo que hace esperar que sea así como lo pensamos.

Cada uno valora a distintos niveles las diferentes situaciones. Si la valoras como una vivencia positiva, debes ser consciente de la dirección de acercamiento que se está estableciendo. Que se cumplan tus expectativas con el contexto hace que te sientas más seguro.

Las expectativas con el contexto influyen para que concuerde lo que quiero hacer con cómo y por qué lo quiero hacer.

lunes, 14 de marzo de 2011

Nueva habilidad: el reencuadre


El otro día cayó en mis manos (literalmente, desde lo alto de la estantería de “autoayuda” de la biblioteca) un libro al que llevo dándole vueltas unos días. Me preguntó por qué se me caería ese libro exactamente, por qué me paré a leer el título y por qué acabé sacándolo y llevándomelo a casa. (¿Algún psicoanalista que me ayude a atribuirle un significado?)

El caso es que me lo leí y he descubierto algunas habilidades sociales nuevas. El libro te explica bien lo que son, pero no deja muy claro cómo llevarlas a cabo. Aún así las estoy intentando practicar, pues si es tan eficaz como pone aquí ¡mi vida va a ser perfecta!

Se titula “La Ley de la Conexión (La ley de entablar relaciones personales y profesionales perfectas)”. Explica los estilos de comunicación de la PNL y cómo crear conexiones favorables  en todos los aspectos de la vida. Explican técnicas, métodos y requisitos para aprender a calibrar situaciones y mantener la compenetración con los demás.

Después de leerlo ponía toda mi atención en las situaciones de comunicación habituales, y me sentía como un “detective” de estilos, pero me cansé porque me costaba enmarcarlos en una categoría. Por eso a algunas personas con las que me cuesta comunicarme les he hecho realizar el test, a ver si así conseguía establecer una nueva perspectiva.

La verdad es que seguir algunas de esas pautas ayuda mucho a identificar contextos, pero supone estar atento a muchas cosas: estar pendiente de gestos, palabras e intenciones, conectar con los intereses del otro, con su estilo de comunicación, controlar el lenguaje verbal y no verbal, etc., un esfuerzo que tú haces en tu propio beneficio, pero también en el del otro, porque debe ser una maravilla hablar con alguien que te entienda así. Así que si alguien quiere practicar adelante. (Yo soy digital, os dejo una pista. Cómo ayudar a una persona de estilo digital a recuperar el equilibrio: pregúntale qué necesita para mejorar algo, dale tiempo para meditar las cosas a solas, haz que coma pues a menudo se olvida de comer cuando está muy concentrada en un proyecto, insístele en que crea en el proceso presente y anímale a que no se preocupe tanto por el futuro).

Una de las habilidades interesantes que Michael Losier, el autor, describe para conectar mejor con los demás es el reencuadre. Reencuadrar algo es mirarlo desde otro punto de vista. ¡Qué felices seríamos si reencuadráramos todo lo negativo para contemplarlo como algo positivo! Aunque yo le preguntaría al autor cómo reencuadraría él la crisis, los tsunamis, los asesinatos… (Que vuelva el psicoanalista para explicarme por qué siempre me pongo en lo peor).

Según este autor nadie quiere estar con una persona negativa, con alguien que ve el vaso medio vacío. Otra habilidad es ayudar a reencuadrar a los demás, que vean las cosas malas como cosas positivas, y les caerás bien porque les haces sentir bien.

El otro día Bernardo, el profesor de Política, mandó un correo que me hizo vivir una situación de reencuadre, la nueva habilidad social que estoy poniendo en práctica. 

Aquí os dejo lo que escribió, os ayudará a reencuadrar.

El hijo que muchas veces  no limpia su cuarto  y se pasa el día  frente al ordenador  significa que... ¡está en casa!

El desorden  que tengo que limpiar  después de una fiesta significa que... ¡hemos estado rodeados de familiares o amigos!

Las ropas que me están apretadas significan que... ¡tengo más que suficiente para comer!

El trabajo que tengo en limpiar la casa significa que... ¡tengo una casa!

Las quejas que escucho acerca del gobierno significan que... ¡tengo libertad de expresión!

Las vueltas que doy buscando un sitio donde aparcar significan que... ¡tengo coche!

Los ruidos de la ciudad significan que... ¡puedo oír!

El cansancio al final del día significa que...  ¡puedo trabajar!

El despertador que me despierta todas las mañanas  significa que... ¡estoy vivo!

Finalmente,  los mensajes como este que recibo, y que me hacen perder tanto tiempo, significan que... ¡tengo amigos pensando en mí!

Revisión

Primera sesión.

Era el primer día. Estaba sentada en las primeras filas y tenía ganas de empezar la clase. Sabía que no iba a ser la típica presentación en la que te leen el programa y te cuentan cómo va a ser la evaluación. Que no digo que ambos aspectos no nos interesen, pero no eran importantes en este momento.

No llevamos ni cinco minutos y ya me encuentro reflexionando. Con el cerebro todavía  ocupado en pensar cómo voy a hacer diarios de aprendizaje, trabajos, exposiciones, historias de vida, ensayos, si me cuentan la asistencia, el porcentaje del examen… ¿Cuáles son mis propósitos? ¿Cuáles son mis objetivos para estos cuatro meses? ¿Cuáles son mis expectativas con respecto a la asignatura?

Habilidades sociales. Me vienen a la cabeza muchas cosas: técnicas de comunicación, “actitud del maestro”, saber actuar según las circunstancias, calibrar situaciones, compenetración, empatía, relaciones… hasta recordé la fórmula de la felicidad de Seligman F = R + Circunstancia + Voluntad, no sé por qué.

Sin concretar, por mi escasa concentración, pienso en expectativas centradas en el contenido: conocer programas de habilidades, metodología, marcos conceptuales, etc. Pero me centro en la expectativa más clara: crecer personalmente. Y eso pasa por conocerme a mi misma de manera más profunda.

¿Y por qué en esta asignatura? En realidad esta expectativa está siempre en mi vida, pero hay personas que me ayudan a desarrollar mis reflexiones y mi propia metacognición, creando nuevas conexiones y nuevos puentes.

No sé si se cumplirán mis expectativas, pero la experiencia acumulable me hace esperar que sea así (o al menos hace que sea lo deseable).
La dinámica de la clase nos lleva ahora que nos preguntemos sobre el tema. ¿Qué sé de las habilidades sociales? ¿Cuáles tengo? ¿Cuáles no? Esto es a lo que me refería, ya estamos explorando.

Hago una lista con las que creo que hago bien: ayudar, ponerte en la situación de otros, escuchar… Otra con las que hago mal: expresar mis ideas con claridad, mostrar u ocultar mis sentimientos, ponerme nerviosa en público, dar consejos... Ni siquiera sé si lo que he puesto son habilidades, o actitudes o capacidades u otra cosa, pero me he dado cuenta de que no son absolutas, es decir, que a veces la misma habilidad tiene un nivel variable. Por ejemplo, me pongo nerviosa hablando en público, pero si el público son mis compañeros de clase me siento mucho más cómoda y me pongo menos nerviosa.

Y en próximas entregas…

¿Qué otras habilidades he explorado? ¿Qué priorizamos en las habilidades sociales? ¿Qué damos por hecho? ¿Desde qué perspectiva analizamos los hechos? ¿Dónde nos situamos a la hora de comprender o evaluar el fenómeno? ¿Somos conscientes de la epistemología subyacente al análisis de las situaciones? ¿Qué importancia tiene el contexto?

martes, 22 de febrero de 2011

If I only had a brain!

Otro que también estaba sembrado...


domingo, 20 de febrero de 2011

De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente

Cuando alguien evoluciona, también evoluciona todo lo que hay a su alrededor. Volver a estudiar una carrera ha supuesto cambios importantes en mi vida; estoy creciendo personalmente.

Todo este desarrollo interno tiene sus consecuencias externas. Mi vida está cambiando, todo está cambiando. Con la vuelta a la universidad han surgido nuevos retos, nuevos desafíos, y me entusiasma la idea de enfrentarme a ellos. Antes las dificultades me sobrepasaban, me preocupaba todo lo que pudieran pensar de mi, me esforzaba por caer bien a la gente, buscaba la aprobación de los demás, y peor todavía, actuaba en consecuencia.

Como dice Kegan (Desbordados, 2003. pag.300): "lo más frecuente es que amigos y familiares inicialmente tiendan a rechazar los cambios que ocurren en el estudiante". A mi alrededor sentía recelo y rabia, pues los constantes anhelos de los demás no estaban siendo mi prioridad, como había sido siempre. No sé muy bien cómo, pero el cambio ha transformado también las reglas de mis relaciones. Es duro que no te apoyen o que te presionen a quedarte en ese ambiente antitransformador, pero nadie dijo que las transiciones fueran fáciles...

Es normal que la gente que está a tu alrededor, sobre todo los que más te quieren, juzguen tus actos. Pero eso ¿debe causarte un trauma si los juicios emitidos por esas personas no van a tu favor? me refiero a que, si no son consecuentes con lo que pensabas, ¿debes cambiar tus propios valores? Yo creo que no. La clave está en que cada uno debe elaborar sus propios modos de pensar. Aunque no es tan sencillo. Ese proceso de elaboración requiere el desarrollo hacia un orden superior de la conciencia;es necesaria la transformación de la mente. Kierkegaard (1959) afirmaba que "para ayudar a otros debemos comprender lo que él comprende, saber lo que entiende y cómo lo hace." 

Para explicarlo se podría usar la metáfora de W.Perry. Según él "el desarrollo mental es la construcción (...) de un puente para el paso de la conciencia de un nivel al siguiente (...)". Tender puentes, y cruzarlos, es lo que hace que se produzca ese proceso de cambio. La habilidad de tender puentes es muy interesante, sobre todo porque cambian muchas cosas. Como afirma Perry cruzar el puente es "una caminata tortuosa que nos aleja del tercer orden de la conciencia que, hasta entonces, habia marcado nuestra forma de construir sentido en el mundo". 

Para la asignatura de Habilidades tengo muchas expectativas, y también las tengo del profesor, pues espero que me ayude a encontrar el terreno para seguir construyendo nuevos puentes.